Para la historia de la civilización antigua las hazañas de
Alejandro Magno supusieron un torbellino de tales proporciones que aún hoy se
puede hablar sin paliativos de un antes y un después de su paso por el mundo. Y
aunque su legado providencial (la extensión de la cultura helénica hasta los
confines más remotos) se vio favorecido por todo un abanico de circunstancias
favorables que reseñan puntualmente los historiadores, su biografía es en
verdad una auténtica epopeya, la manifestación en el tiempo de las fantásticas
visiones homéricas y el vivo ejemplo de cómo algunos hombres descuellan sobre
sus contemporáneos para alimentar incesantemente la imaginación de las
generaciones venideras.
Hacia la segunda mitad del siglo IV a.C., un pequeño territorio
del norte de Grecia, menospreciado por los altivos atenienses y tachado de
bárbaro, inició su fulgurante expansión bajo la égida de un militar de genio:
Filipo II, rey de Macedonia. La clave de sus éxitos bélicos fue el
perfeccionamiento del "orden de batalla oblicuo", experimentado con
anterioridad por Epaminondas. Consistía en disponer la caballería en el ala
atacante, pero sobre todo en dotar de movilidad, reduciendo el número de filas,
a las falanges de infantería, que hasta entonces sólo podían maniobrar en una
dirección. La célebre falange macedónica estaba formada por hileras de dieciséis
hombres en fondo con casco y escudo de hierro, y una lanza llamada sarissa.
biografía de Aristóteles
La
filosofía occidental se asienta en la obra de los tres grandes filósofos
griegos de la Antigüedad: Sócrates, Platón y Aristóteles. Pese a la singular
relación que los unió (Sócrates fue maestro de Platón, quien lo fue a su vez de
Aristóteles), la orientación de su pensamiento tomó distintos caminos, y
correspondería a Aristóteles culminar los esfuerzos de sus maestros y ejercer
la influencia más perdurable, no sólo en el terreno de la filosofía y la
teología, sino prácticamente en todas las disciplinas científicas y
humanísticas. De hecho, por el rigor de su metodología y por la amplitud de los
campos que abarcó y sistematizó, Aristóteles puede ser considerado el primer
investigador científico en el sentido moderno de la palabra.
Algunos ejemplos pueden dar
idea de hasta qué punto Aristóteles estableció las bases que configurarían el
pensamiento europeo: las teologías cristiana y musulmana del Medioevo asumieron
su metafísica; la física y la astronomía aristotélicas se mantuvieron vigentes
hasta el siglo XVII; sus estudios zoológicos, hasta el XIX; la lógica, hasta el
siglo XX; sus apenas cincuenta páginas sobre estética se siguen debatiendo en
nuestros días. Su incuestionada autoridad, reforzada desde la Baja Edad Media
por el aristotelismo eclesiástico, llegó incluso a frenar el desarrollo de la
ciencia. De tomarse este hecho como una acusación, habría que dirigirla no al
filósofo sino a sus dogmáticos seguidores; pero más razonable es tomarlo como
ilustración de la sobrehumana magnitud de su impronta y del abismal adelanto
que representó su obra.
En la Academia de Platón
Aristóteles
nació en el año 384 a.C. en Estagira, una pequeña localidad macedonia cercana
al monte Athos; de su población natal procede una designación habitual para
referirse al filósofo: el Estagirita. Su
padre, Nicómaco, era médico de la corte de Amintas III, padre de Filipo II de
Macedonia y, por tanto, abuelo de Alejandro Magno. Nicómaco pertenecía a la
familia de los Asclepíades, que se reclamaba descendiente del dios fundador de
la medicina y cuyo saber se transmitía de generación en generación. Ello invita
a pensar que Aristóteles fue iniciado de niño en los secretos de la medicina, y
que de ahí le vino su afición a la investigación experimental y a la ciencia
positiva. Huérfano de padre y madre en plena adolescencia, fue adoptado por
Proxeno, al cual podría mostrar años después su gratitud adoptando a un hijo
suyo llamado Nicanor.
En el año 367, es decir,
cuando contaba diecisiete años de edad, fue enviado a Atenas para estudiar en
la Academia de Platón. No se sabe qué clase de relación personal se estableció
entre ambos filósofos, pero, a juzgar por las escasas referencias que hacen el
uno del otro en sus escritos, no cabe hablar de una amistad imperecedera. Lo
cual, por otra parte, resulta lógico si se tiene en cuenta que Aristóteles iba
a iniciar su propio sistema filosófico fundándolo en una profunda crítica al
platónico.
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