martes, 12 de febrero de 2019

Mi primera vez en el psicológico

Mi primera vez: la etapa inicial del tratamiento psicológico

La mayoría de las personas que llegan a mi consulta vienen con desmotivación por la vida, como si dejase de brillar la esencia de salir el sol cada día. Me parece ya un logro que una persona quiera buscar solución dado que así que el primer paso ya está dado. A partir de ese momento inicial la evolución suele constante y muy ilusionante.

La evolución propiciada por la terapia
En los inicios del tratamiento psicológico veo en las miradas de esas personas cómo las hojas del calendario pasan sin llegar a tener ningún sentido para ellas, incluso cómo se plantean el miedo a venir a terapia y si es lo correcto o no. Se convierten bajo su angustia en seres apagados que siempre estoy segura de que volverán a brillar.
A causa de esto, hay que hacer que desde el primer momento se sientan bienvenidas a través de las palabras y de los sentidos. Es por eso que en mi consulta tengo una pared violeta; una vez en un congreso vi que ese color era el ideal, da paz y buenas sensaciones. Estos pequeños detalles contribuyen a que las personas se sientan cómodas y se abran, lo cual es muy importante, sobre todo en la etapa inicial de la terapia.
Al principio, los pacientes suelen ir perdidos. Su primera toma de contacto conmigo es por haber llegado a una situación en la que no saben por dónde empezar a solucionar sus problemas; se culpan de lo que les pasa y no quieren apenas establecer contacto visual. Ven en ti como terapeuta alguien para avanzar, saben que han elegido el lugar adecuado y que no les soltaré de la mano.
Es muy gratificante cómo eso va desapareciendo tras las sesiones y cómo al llegar a casa me pongo a pensar y preparar su caso y cómo esa persona se convierte en alguien importante para mi. No hay horas ni momentos, solo existe el bienestar de ellos, desde que estoy en consulta me prometí no dejar caer a nadie, y creo que con constancia lo he logrado.
Una vez pasadas varias sesiones vienen las risas tímidas y su problema, sin darnos casi cuenta, va desapareciendo. No hicimos magia, simplemente buscamos las pautas y técnicas necesarias para que mi paciente sea feliz. Al finalizar estas sesiones, miro en retrospectiva la evolución de los pacientes y doy gracias sobre todo por ponérmelo tan fácil y tan bonito, porque ellos han mejorado pero yo he crecido.




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