¿Por qué tengo ganas de llorar? Causas, y quéhacer
Todos hemos llorado en alguna ocasión, tanto en la
infancia como en la adultez. Ocurre algo que hace que nazca una cierta tensión
interna, se nos humedecen los ojos, se nos llenan de lágrimas y finalmente
rompemos a llorar.
Y aunque para muchos se trata de algo incómodo y con
frecuencia se oculta a nivel social, lo cierto es que estamos ante un acto que
resulta muy sano y útil para nuestro bienestar. Ahora bien, ¿por qué lloramos? ¿Qué nos puede despertar las ganas de
llorar? ¿Por
qué a veces lloramos sin motivo? Veámoslo a lo largo de este artículo.
Llorar es un proceso complejo, el cual parte de un
mecanismo fisiológico el cual tenemos de manera innata, y que aunque a menudo
es considerado único del ser humano también es compartido con otros animales.
Sin embargo, el hecho de llorar por
causas emocionales es más complejo de lo que aparente, puesto que
a lo largo de nuestra vida vamos aprendiendo a llorar como mecanismo para
liberar tensión emocional: llorar de pena, alegría o rabia son ejemplos.
Aunque a veces las lágrimas surgen de la nada, por
norma general cuando estamos ante un lloro que surge de la emoción la persona ha notado previamente una sensación
generalmente descrita como de ahogo o de oclusión en el pecho o en el esófago,
así como dificultades para respirar (puede haber también sollozos). Es decir,
no es infrecuente notar que tenemos ganas de llorar.
En este proceso el cerebro juega un papel primordial, el cual comienza a
gestarse a nivel atencional. En este momento se activan el tallo cerebral, cerebelo y diversos pares craneales(III, IV, V y VII). Posteriormente, la formación reticular ascendente (que controla la activación cerebral)
se activa en gran medida, algo que se corresponde con el aumento de tensión y
energía que se siente justo antes de romper a llorar. Tras ello se activará
la amígdala, hipotálamo, ínsula, cíngulo y prefrontal, de tal manera que se añade a dicha
energía la emoción y la cognición detrás del malestar.
Por molesto y sufrido que pueda ser, llorar tiene un papel importante en nuestra psique, y es uno que nos
resulta beneficioso: diferentes investigaciones reflejan que en una gran
cantidad de casos el hecho de llorar nos lleva a aliviar nuestro estado
emocional, al permitir que expresemos nuestras emociones y volquemos la energía
que suponen estados de tensión y tristeza profunda. Sirven para reducir aumento
del nivel de energía que generan emociones intensas como la tristeza o la
rabia, de manera que el cuerpo se relaja y vuelve a un estado más sosegado y
tranquilo.
Las lágrimas, cuando son emocionales, tienen una
composición que también favorece la liberación emocional. Concretamente ayudan a eliminar
manganeso, prolactina y cloruro de potasio, a la par que endorfinas y sustancias analgésicas. Se expulsan pues
sustancias que pueden resultar estresantes, a la vez que se liberan otras que
ayudan a combatir el dolor y el sufrimiento.
Además de ello, tiene una función relacionada con la
socialización: aunque no siempre, por lo general el hecho de llorar provoca
empatía por parte del grupo, de tal manera que quien llora a menudo recibe
soporte y apoyo al ser percibido como necesitado o vulnerable. También suele
reducir la agresividad y hostilidad de otras personas, además de disminuir el
deseo sexual hacia ellas.
Otros tipos de lágrimas,
como las basales, sirven simplemente para limpiar y lubricar el ojo. Algo
necesario y natural. Y además, también limpian el ojo de irritantes e incluso
de algunas bacterias.
Como para bien o para mal ya sabemos, son muchos los
motivos que nos pueden llevar a tener ganas de llorar. Entre ellos podemos
encontrar tanto elementos emocionales como físicos.
A continuación vamos a ver algunos de los motivos,
fundamentalmente los de origen psíquico.
Una de las principales causas de que nos entren ganas
de llorar y probablemente la más conocida de todas pasa por el hecho de haber sufrido algún tipo de suceso traumático o doloroso.
La muerte de un familiar o un ser querido, una ruptura sentimental, un despido, la quiebra o incluso problema de menor
calado pero que también pueden provocarnos sufrimiento a nivel emocional como
una discusión o no conseguir una meta u objetivo muy queridos.
2. Dolor físico
A menudo también lloramos
cuando sufrimos algún tipo de lesión, golpe, rotura, esguince.... Y es que
el dolor físico es una de las causas que pueden hacer que lloremos.
Sin embargo, las lágrimas de este tipo suelen seguir
un proceso diferente e incluso su composición química es distinta.
3. Depresión
Otra de las posibles causas que nos pueden hacer tener
ganas de llorar, incluso sin saber a nivel consciente exactamente el porqué, es
la existencia de un episodio depresivo (sea en una depresión mayor, trastorno bipolar u otras circunstancias).
En este caso se mantiene un estado de ánimo triste y
se percibe incapacidad para sentir placer, problemas de sueño o alimentación,
desesperanza o incluso desesperación. En este estado no es extraño llorar, si
bien también es posible que pese a tener ganas de llorar el sujeto no sea capaz
de hacerlo.
La ansiedad y el estrés son otros factores que pueden
llevarnos al borde de las lágrimas. En este caso, nos encontramos en una
situación en que nos sentimos sobrepasados por las demandas ambientales o
sociales.
Creemos que no tenemos suficientes recursos para hacer
frente a lo que se nos pide o sucede, y nos invade la angustia. Nuestro tono
energético y emocional se eleva, y es posible que nuestro cuerpo recurra a las
lágrimas para aliviarse.
Del mismo modo que la ansiedad y el estrés, la rabia también puede ser un motivo para que aparezcan las ganas de
llorar.
Al fin y al cabo, más de una persona habrá llorado de
rabia. La causa es la misma que la que que observamos en el punto anterior:
podemos encontrarnos en una situación que consideramos injusta y ante la cual
no nos vemos capaces de hacer nada.
6. Empatía
Además de las anteriores es necesario destacar que
otro motivo por el cual podemos tener ganas de llorar es la identificación de sufrimiento y dolor en otras personas. Es posible
nos entren ganas de llorar al ver a otra persona llorando o pasándolo mal. En
ello influyen las llamadas neuronas espejo, que nos permiten captar las
reacciones emocionales de los demás e incluso reproducirlas.
Esta situación no se da solo al observar a otra
persona sufriendo, si no que también puede aparecer ante la visualización de
situaciones que de vivir nosotros consideraríamos tristes, o cuando las vemos
en películas o novelas.
Aunque puede no ser tan habitual como las
anteriores, algunas personas pueden
llegar a llorar de emoción al ver determinadas obras de arte, sean novelas,
cuadros, esculturas, construcciones o películas.
En este caso el motivo de las lágrimas es la emoción
derivada de la captación de algo que consideramos bello, aunque no nos genere
tristeza per se. Es lo que les ocurre a las personas que sufren el síndrome de Stendhal.
Hasta el momento hemos hablado sobre por qué pueden
llegar a aparecer las ganas de llorar y hemos visto que mayoritariamente lo
hacemos como desahogo emocional o en respuesta a algún suceso aversivo o
doloroso.
Sin embargo, como probablemente muchos se habrán
preguntado ya, en ocasiones también tenemos
ganas de llorar cuando ocurren cosas positivas: a veces lloramos de alegría. ¿Por quésucede?
Encontrar la respuesta a esta pregunta es más
complicado de lo que aparenta pero, según reflejan algunas investigaciones, el
motivo podría ser que el propio cuerpo intenta autorregularse tras haberse
activado con la alegría u otras emociones positivas: intenta volver a un estado
base a través de una reacción que reduce el subidón de energía que la emoción
provoca. Se trata pues, tal y como ocurre cuando lloramos de rabia, de una manera de recuperar el equilibrio a nivel emocional y energético.
Es posible que a algunas personas les ocurra que
tienen muchas ganas de ponerse a llorar o incluso que deseen hacerlo pero que,
sin embargo, sean incapaces de ello. Hay muchas posibles causas para ello, que
pueden ir desde lesiones cerebrales y enfermedades de diferentes tipos (por
ejemplo algunas autoinmunes) a una mucho más habitual: la existencia de
un bloqueo emocional.
En primer lugar hay que tener en cuenta que no hay
prisa: cada persona procesa las cosas a su ritmo, y debe respetarse el hecho de
que las lágrimas no acudan cuando teóricamente debieran.
Por otro lado, si la imposibilidad de llorar es
absoluta y permanece en el tiempo, es posible que las causas se encuentren ante
un bloqueo emocional. Los bloqueos emocionales se producen ante eventos o
situaciones que generan gran ansiedad y sufrimiento, y que aparecen de manera
inconsciente como mecanismo de defensa para protegerse de dicho dolor.
Sin embargo, este bloqueo impide o dificulta trabajar
y procesar lo ocurrido. Estos bloqueos pueden darse de forma normativa, pero
también en procesos como depresiones o trastornos por estrés postraumático.
Lo aconsejable en estos
casos es en primer lugar darse un tiempo (algunas situaciones necesitan de tiempo para
empezar a aceptarse como reales, como ocurre en casos de duelo), y
posteriormente si la persona así lo quiere intentar trabajar poco a poco
aspectos relacionados con la causa de dicho bloqueo. Si hace falta primero
tangencialmente, para poco a poco ir aproximándose al suceso en sí y intentando
revivir y reprocesar la situación de forma que podamos llegar a procesarla.
Asimismo y especialmente en el caso de los
hombres, llorar se ha visto tradicionalmente como un signo
de debilidad, algo vergonzoso. Ello dificulta la expresión en público del llanto.
Pero hay que tener en cuenta que de hecho llorar en público implica reconocer
la existencia de un momento de vulnerabilidad, algo que por otro lado puede
implicar también cierto valor.
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