martes, 29 de enero de 2019

Síndrome de Asperger en adultos

Síndrome de Asperger en adultos: síntomas,causas y tratamiento

Síndrome de Asperger. Dejando al margen un conocido personaje de una popular sitcom americana, si tenemos en cuenta que estamos ante una alteración vinculada con el autismo (aunque con inteligencia normativa o incluso superior) probablemente lo primero que nos imaginemos al oír este nombre será a un niño con una serie de problemáticas vinculadas a la literalidad, perseveración y fijación por determinados temas y problemas de socialización y comunicación.
Sin embargo, ese niño en el que hemos pensado no será para siempre un niño: con el paso del tiempo crecerá y terminará por convertirse en adulto. Y en esta etapa vital la persona también va a ver y hacer frente a nuevas realidades y retos, a la par que al igual que nos ocurre a todos también el crecimiento del propio sujeto conlleva algunos cambios en su manera de ver, pensar y vivir.
¿Cómo es el síndrome de Asperger en adultos? Vamos a verlo a lo largo de este artículo.

El síndrome de Asperger: ¿ante qué estamos?

Antes de entrar directamente en materia, puede ser útil hacer un pequeño repaso de lo que es el síndrome de Asperger y el tipo de problemas o dificultades que implica.
El síndrome de Asperger es uno de los trastornos del neurodesarrollo el cual se caracteriza por la presencia de grandes dificultades en la comunicación y la socialización, junto a dificultades para afrontar cambios y la existencia de patrones de comportamiento e intereses restringidos y rígidos. Este síndrome suele diagnosticarse alrededor de los siete años de edad o incluso en la adolescencia. Aunque puede haber indicios anteriores, por lo general no es hasta que el desarrollo evolutivo nos hace relacionarnos con nuestros semejantes de manera fluida cuando empiezan a verse dichos problemas.
Estas personas tienen una gran dificultad para ponerse en el lugar de otros y sentir empatía, así como adivinar o interpretar el estado mental de los demás a partir de su comportamiento o palabras. En este sentido es habitual que les cueste comprender porqué los demás actúan como lo hacen. Tienen también dificultad para interpretar gestos, miradas y elementos simbólicos. Son profundamente literales y tienen problemas para comprender el lenguaje en sentido figurado. Es por ello que les es difícil entender muchas expresiones, refranes, frases hechas o bromas. También presentan problemas en el lenguaje pragmático, es decir emplear determinados lenguajes y maneras de expresarse dependiendo del contexto.

Dificultades para socializar

Uno de los elementos más característicos es la presencia de problemas a la hora de interactuar con sus semejantes y la limitación de su vida social, con una alta reserva y dificultad para relacionarse. Pese a ello, por lo general sí tienen interés y deseo de relacionarse y vincularse con los demás. También hay tendencia a necesitar un espacio personal propio y a aislarse cuando se sienten mal. Es habitual que se suman en sus pensamientos. Es habitual que no miren a los ojos y que mantengan una expresión facial neutra, ya que también pueden tener dificultades para expresar sus propias emociones.
Generalmente el nivel de inteligencia de estas personas se encuentra en la media poblacional, y en ocasiones incluso por encima. A nivel de comportamiento suelen ser muy formales (en ocasiones incluso se les ha llegado a considerar pedantes) y normalmente tienen un vocabulario extenso y florido. También destaca el hecho de que suelen tener intereses repetitivos y constantes, de los cuales pueden llegar a hacerse grandes expertos. Además otro elemento habitual es la dificultad para afrontar cambios: precisan de una vida rutinaria para sentirse seguros y tranquilos.

Torpeza a nivel motor

Otro elemento habitual en las personas con Asperger es la presencia de torpeza a nivel motor, junto con ocasionales movimientos estereotipados que utilizan como método para tranquilizarse. Por último, se ha observado que en ocasiones presentan hipersensibilidad a algunos tipos de estimulación, como por ejemplo el sonido, la luz o el olor.
A pesar de que pueden llevar a cabo una vida normativa y autónoma, las características de este síndrome hacen que quienes lo padecen puedan tener dificultades en su día a día, especialmente a la hora de relacionarse con otros (tanto a nivel socio-relacional como académico o incluso laboral).

Asperger en adultos

Como hemos dicho y teniendo en cuenta que es un trastorno del neurodesarrollo, por lo general se suele pensar en el síndrome de Asperger como en un problema infantil. Sin embargo, según se van haciendo cada vez más mayores y llegan a la adultez los problemas y síntomas de pueden llegar a reducirse en gran medida en algunos aspectos mientras que otros se modifican o incluso se añaden.
Concretamente, en el síndrome de Asperger en adultos suele mantenerse los problemas para relacionarse y comunicarse de manera fluida con los demás. Pueden haber dificultades a la hora de empezar una conversación o conocer a alguien nuevo. En este sentido es posible que existan dificultades a la hora de encontrar pareja o amigos, e incluso que se piense que desprecia o que no quiere contacto con otros. En ello resulta especialmente importante la existencia de un nivel muy bajo de empatía o de la capacidad de entender el comportamiento y emociones ajenas.
También puede verse cierto sesgo cognitivo dirigido a intentar favorecerse a sí mismos. No por egoísmo en sí, sino por el hecho de no comprender las necesidades del otro o por no captar por qué las del otro pueden ser tanto o más importantes que las propias (recordemos que uno de los síntomas antes citados era la ausencia o la presencia de dificultades de empatía).
Si el problema se ha detectado en fases vitales previas, es posible que las dificultades para entender emociones e incluso uso figurado del lenguaje hayan mejorado en comparación a las que tendría un niño, si bien por lo general persiste cierta dificultad. Probablemente el sujeto haya tenido que aprender de manera mental o cognitiva a reaccionar de manera emocional. La espontaneidad también es habitual que sea mínima.
A nivel laboral estas dificultades pueden tener un efecto negativo, algo que a nivel de trabajo puede suponer conflictos con compañeros, subordinados o superiores. El trabajo en equipo puede ser un gran problema. Pese a ello, y especialmente si consiguen realizar un trabajo que forme parte de alguno de sus intereses, pueden llegar a mostrar una alta capacidad y rendimiento.
Las conductas rígidas y estereotipadas pueden alcanzar niveles obsesivos y absorber gran parte del tiempo de la persona. El comportamiento puede ser extravagante y su lenguaje monótono y excesivamente formal y grandilocuente. Pueden ser extremadamente sinceros, hasta el punto de parecer crueles. También suelen adquirir un gran perfeccionismo, además de ser extremadamente racionales.
Es posible que la persona con Asperger tenga problemas para formar su propia identidad. A nivel emocional, no es infrecuente que los adultos con Asperger lleguen a considerarse a sí mismos personas peculiares e incluso raras en comparación a los demás. Ello puede llevar al autodesprecio, a la depresión y a problemas como la ansiedad debido a la captación de diferencias con respecto al otro.

Cuando el diagnóstico se hace en la adultez

Hemos ido viendo como es el síndrome de Asperger en los adultos y que características tiene. Pero además de lo mencionado hasta ahora, es necesario tener en cuenta que el Asperger no siempre es detectado en la infancia sino que en ocasiones se detecta por primera vez cuando el sujeto es adulto. Y no es que el síndrome aparezca de pronto: esa persona ha tenido durante toda su vida Asperger. Pero a veces la sintomatología se ha asociado a un carácter o manera de ser de la persona, se ha asociado a otra problemática (en algunos casos con características singulares puede haberse confundido con esquizofrenia, por ejemplo) o simplemente ha pasado desapercibida.
Estos casos, que incluso pueden llegar a acudir ellos mismos a consulta tras haber leído o visto algo respecto al síndrome que de pronto se dan cuenta que es lo que ellos les ocurre, han vivido una vida en que sus dificultades probablemente no hayan sido comprendidas. En este sentido pueden haber llegado a desarrollar un elevado grado de aislamiento, ser malinterpretados o incluso rechazados por lo que otras personas pueden haber pensado que era frialdad o incluso crueldad (cuando en realidad puede haber sido producto de una incomprensión), y haber tenido dificultades a nivel académico y laboral además del social.
Un buen diagnóstico puede hacer que se entiendan más algunas de las situaciones que la persona puede vivir, que el entorno sea más consciente (por ejemplo de las dificultades para el lenguaje figurado o la lectura de emociones) o incluso que se pueda trabajar a nivel de terapia y educación con procedimientos dirigidos a mejorar su capacidad de comprensión de lo que ocurre en el entorno. En cualquier caso también es posible trabajarlo ya de adultos, si bien normalmente si se detecta en la infancia puede haber más facilidad de cara a tratar posibles problemas.

Tratando con el Asperger en adultos

El Asperger en una condición que no tiene ningún tipo de tratamiento “curativo”, y de hecho lo que resulta tratable es la presencia de posibles dificultades derivadas de dicha condición. Sin embargo, es posible emplear diferentes tratamientos para favorecer su funcionamiento social y disminuir posibles problemas. El tratamiento suele ser multidisciplinar, y puede incluir psicólogos, psiquiatras, terapeutas ocupacionales, logopedas o educadores sociales entre otros.
En su mayoría estamos ante una intervención de tipo psicoeducativo, en la que poco a poco se enseñe al paciente a identificar emociones propias y ajenas, a gestionar sus propias emociones o mejorar las habilidades sociales. Entrenar la capacidad comunicativa también resulta de utilidad. Además puede ser útil recurrir a la psicoterapia para aliviar posibles problemas depresivos o ansiosos, además de intentar combatir sesgos cognitivos de uso frecuente que hagan difícil el día a día o la participación social del sujeto (por ejemplo la sensación de sentirse diferente o raro).
También puede ser recomendable el uso de terapias del habla para mejorar aspectos como la fluidez, el ritmo y el tono, así como la práctica regular de ejercicio para mejorar la movilidad y reducir la torpeza motora. Si hay pareja, puede ser de utilidad trabajar aspectos como la comunicación con ella. También puede resultar de ayuda trabajar la comunicación y transmisión de afecto hacia los hijos, a través de diferentes técnicas y de psicoeducación.

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