La inteligencia emocional agrupa al conjunto de habilidades
psicológicas que permiten apreciar y expresar de manera equilibrada nuestras
propias emociones, entender las de
los demás, y utilizar esta información para guiar nuestra forma de pensar y
nuestro comportamiento.
Aunque las definiciones populares de
inteligencia hacen hincapié en los aspectos cognitivos, tales como la memoria y
la capacidad para resolver problemas, varios investigadores influyentes en el
ámbito del estudio de la inteligencia comenzaron a reconocer hace tiempo la
importancia de los aspectos no cognitivos. Robert
L. Thorndike, en 1920, utilizó el término inteligencia social para
describir la habilidad de comprender y motivar a otras personas.1 En 1940, David Wechsler describió la influencia
de factores no intelectivos sobre el comportamiento inteligente y sostuvo,
además, que los tests de inteligencia no serían completos hasta que no se
pudieran describir adecuadamente estos factores.2
Competencias emocionales
El
desarrollo de las competencias emocionales es el objetivo de la educación
emocional. Estas competencias emocionales se basan en la inteligencia
emocional, pero integran elementos de un marco teórico más amplio.
En esta sección se expone el concepto de competencia
emocional, que es un tema importante de la psicopedagogía actual. Los cambios
educativos a nivel internacional suponen el paso de una educación centrada en
la adquisición de conocimientos a otro enfoque orientado al desarrollo de
competencias. Un tipo de competencias son las competencias emocionales.
El núcleo del capítulo consiste en la exposición de un modelo
pentagonal de habilidades o competencias emocionales: conciencia emocional,
regulación emocional, autonomía emocional, competencia social, habilidades de
vida para el bienestar.
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