martes, 14 de octubre de 2014

LOS PRIMEROS ASENTAMIENTOS ESPAÑOLES

LOS PRIMEROS ASENTAMIENTOS ESPAÑOLES
Los primeros asentamientos españoles se ubicaron en las islas Antillas.  Desde la ciudad de Santo Domingo en la isla que Cristóbal Colón llamó La Española -actual territorio de Santo Domingo y Haití-, se organizaron la primera recolección de oro americano y la conquista de las islas adyacentes y del continente.
Entre 1492 y 1520, los españoles no obtuvieron de los territorios conquistados las riquezas esperadas -especias y grandes cantidades de oro sino sólo perlas, algo de azúcar y una escasa cantidad de oro.  Pero el oro que los españoles encontraron en las Antillas era de aluvión: pepitas arrastradas por los cursos de los ríos desde algún yacimiento superficial y poco abundante.  Los aborígenes fueron obligados a recolectar el metal precioso. 
Los indígenas antillanos no opusieron resistencia armada a los conquistadores, pero en pocos años casi todos ellos desaparecieron.  Un gran número de estos indígenas murieron a causa de las enfermedades transmitidas por los europeos.  Además, la dominación a que se los sometió, provocó en muchos de ellos el deseo de no tener hijos, con lo que disminuyó drásticamente el índice de natalidad.
A partir de 1510, La Española perdió importancia y Santiago de Cuba se transformó en el centro de las operaciones coloniales españolas.  Desde allí, en febrero de 1519, partió Hernán Cortés, al mando de 11 naves y 600 hombres, con destino a la tierra firme del continente, a la búsqueda de las fabulosas riquezas en oro mencionadas por los indígenas. 

   LA CONQUISTA DE MÉXICO:  

Las armas de fuego y los caballos que usaban los hombres de Cortés atemorizaron a las primeras tribus con las que los españoles entraron en contacto.  Una de ellas, la de los tlaxcaltecas -pueblo que había sido sometido por el imperio azteca y debía entregarle fuertes tributos-, se alió con las tropas invasoras.  El avance de los españoles se vio favorecido por el descontento existente entre los dominados por los aztecas.
El emperador Moctezuma envió embajadores ante Cortés con obsequios de oro y plata para que desistiera de seguir avanzando.  Pero esto no hizo más que aumentar la codicia de los españoles.
La llegada de Cortés en 1519 a la capital azteca, Tenochtitlán, fue pacífica.  Los aborígenes los recibieron creyendo que podían ser enviados del LA NOCHE TRISTEdios Quetzalcoátl, pero Cortés tomó prisionero a Moctezuma.  Poco tiempo después, la matanza de numerosos miembros de la nobleza azteca que realizaron los españoles en el Templo Mayor provocó la sublevación del pueblo, liderado por Cuauhtémoc
Los españoles fueron sitiados y Cortés obligó a Moctezuma a hablar con su pueblo para detener el ataque.  Pero la lluvia de flechas y piedras que lanzaban los guerreros aztecas hirieron de muerte al propio Moctezuma y Cortés se dispuso a huir.  En la llamada "noche triste", los españoles que huían fueron apuñalados y sólo un pocos -entre ellos, Cortés- lograron escapar con los tesoros obtenidos.
Luego las tropas españolas se reorganizaron y, con el apoyo de los tlaxaltecas, aplastaron sangrientamente la resistencia de los aztecas en Tenochtitlán.  Una vez sometida toda la región, el rey Carlos V recompensó al conquistador con tierras y riquezas y nombró a Cortés Gobernador y Capitán General de Nueva España, como se denominó al territorio azteca.  A partir de entonces, México se convirtió en uno de los centros del imperio español en América. 
Malinche fue la hija de un cacique mexicano entregada a Cortés como esclava.  Ella hablaba la lengua nahuati, de los aztecas, y la maya.  Entre los españoles había un sacerdote que había vivido algunos años con un pueblo de lengua maya.  Malinche traducía de la lengua azteca a la maya y luego el sacerdote traducía del maya al español. la colaboración de Malínche con los conquistadores de su pueblo dio lugar a una leyenda conocida como La maldición de Malinche, popularizada en una canción mexicana actual que dice:  
Del mar los vieron llegar mis hermanos
emplumados eran los hombres
barbados de la profecía esperada.
 
Se oyó la voz del monarca de que el dios habla llegado y les abrimos la puerta por temor a lo ignorado. 
Iban montados en bestias como demonios del mal, iban con fuego en las manos y cubiertos de metal 
Sólo el valor de unos cuantos les opuso resistencia y mirar correr la sangre se llenaron de vergüenza. 
Porque los dioses ni comen ni gozan con lo robado y cuando nos dimos cuenta ya todo estaba acabado. 
En ese error entregamos la grandeza del pasado y en ese error nos quedamos 300 años esclavos. 
Se nos quedó el maleficio de brindar  al extranjero nuestra fe, nuestra cultura, nuestro pan, y nuestro dinero.

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